REFORMAR SIN BORRAR: VIVIENDA EN MALASAÑA
Nacho nos encargó la reforma integral de la que había sido la vivienda familiar durante décadas, en pleno barrio de Malasaña, en Madrid. El piso, situado en una finca de principios del siglo XX, llevaba más de cuarenta años sin apenas intervenciones, y conservaba la distribución original: un largo pasillo en forma de “L” que iba dando acceso, una a una, a las distintas estancias, en una secuencia cerrada y compartimentada.
Nuestra propuesta partía de abrir el espacio en la esquina del pasillo, donde se encontraban las antiguas zonas de servicio. Al eliminar los tabiques de esa área, conseguimos acortar el recorrido del pasillo, ganar en amplitud y generar un espacio central más luminoso y conectado. En este nuevo espacio abierto se ubica ahora la cocina, que se integra visual y funcionalmente con el salón, formando el corazón de la vivienda.
Para los acabados, optamos por una paleta sencilla y atemporal: suelos de madera clara de roble, techos y paredes blancas, y una cuidada iluminación natural y artificial. Este fondo neutro crea un ambiente sereno y luminoso, ideal para que los elementos de mobiliario y decoración —de líneas contemporáneas y colores cálidos— puedan aportar personalidad sin recargar el conjunto. En la cocina, pudimos recuperar y reutilizar unas losetas de baldosa hidráulica que habían quedado ocultas bajo capas de pavimentos superpuestos a lo largo de los años. Su reaparición aporta carácter, memoria y un toque artesanal al nuevo espacio.
También sustituimos toda la carpintería exterior, instalando ventanas con un alto nivel de aislamiento térmico y acústico, mejorando notablemente el confort interior y contribuyendo a la eficiencia energética de la vivienda.
El resultado es un hogar acogedor, luminoso y funcional, que combina el carácter original del edificio con un lenguaje contemporáneo y cálido, pensado para vivir con calma en el centro de la ciudad.
Nacho nos encargó la reforma integral de la que había sido la vivienda familiar durante décadas, en pleno barrio de Malasaña, en Madrid. El piso, situado en una finca de principios del siglo XX, llevaba más de cuarenta años sin apenas intervenciones, y conservaba la distribución original: un largo pasillo en forma de “L” que iba dando acceso, una a una, a las distintas estancias, en una secuencia cerrada y compartimentada.
Nuestra propuesta partía de abrir el espacio en la esquina del pasillo, donde se encontraban las antiguas zonas de servicio. Al eliminar los tabiques de esa área, conseguimos acortar el recorrido del pasillo, ganar en amplitud y generar un espacio central más luminoso y conectado. En este nuevo espacio abierto se ubica ahora la cocina, que se integra visual y funcionalmente con el salón, formando el corazón de la vivienda.
Para los acabados, optamos por una paleta sencilla y atemporal: suelos de madera clara de roble, techos y paredes blancas, y una cuidada iluminación natural y artificial. Este fondo neutro crea un ambiente sereno y luminoso, ideal para que los elementos de mobiliario y decoración —de líneas contemporáneas y colores cálidos— puedan aportar personalidad sin recargar el conjunto. En la cocina, pudimos recuperar y reutilizar unas losetas de baldosa hidráulica que habían quedado ocultas bajo capas de pavimentos superpuestos a lo largo de los años. Su reaparición aporta carácter, memoria y un toque artesanal al nuevo espacio.
También sustituimos toda la carpintería exterior, instalando ventanas con un alto nivel de aislamiento térmico y acústico, mejorando notablemente el confort interior y contribuyendo a la eficiencia energética de la vivienda.
El resultado es un hogar acogedor, luminoso y funcional, que combina el carácter original del edificio con un lenguaje contemporáneo y cálido, pensado para vivir con calma en el centro de la ciudad.
La orientación sur del salón comedor inunda el espacio de luz natural durante todo el día, acentuando su carácter cálido y acogedor. Para el mobiliario elegimos piezas de líneas sencillas y tonos suaves que dialogan con la textura del muro de ladrillo visto original, aportando al conjunto un aire moderno, sereno y lleno de personalidad.
|
Abrimos una ventana interior entre la cocina y el salón comedor para mejorar la conexión visual entre ambos espacios, ganar en sensación de amplitud y permitir que la luz fluya de un ambiente a otro. Esta pequeña intervención aporta dinamismo y facilita la comunicación sin necesidad de prescindir de la separación física a la que nos obligaba el muro de carga existente.
|
Para mejorar la relación entre la cocina y el salón, ampliamos el hueco de paso y abrimos una ventana entre ambos espacios. Lo hicimos respetando por completo la estructura original de muros de entramado de madera y ladrillo, manteniendo así la integridad constructiva del edificio y sumando fluidez a la vida cotidiana.
|